El grupo español Neopercusión nos presentaba en este concierto del ciclo Satélites de la OCNE un programa dedicado al compositor norteamericano minimalista Steve Reich, algo que no se ve muy a menudo en España. Dirigido por su fundador, Juanjo Guillem, Neopercusión demostró que es un grupo de referencia en la interpretación del repertorio contemporáneo. Y su pasión y dedicación evidenciaron, una vez más, que la música de Reich en directo puede resultar una experiencia única.
El concierto comenzó con Mallet Quartet, para dos vibráfonos y dos marimbas. Esta pieza, junto con el Sexteto para percusión y teclado, sirvió como aperitivo para lo que vendría en la segunda parte. El conjunto transmitió perfectamente la energía de las armonías y los ritmos que Reich plasmó en el cuarteto, consiguiendo muy buenas dinámicas y efectos en el primer y tercer movimiento, y gran delicadeza y sutileza en el segundo, en los que se distinguían perfectamente todas las líneas. Esta obra, a pesar de que ya no pertenece a la época estrictamente minimalista del compositor neoyorquino (está escrita en 2009), sigue teniendo ciertos toques de ese estilo, tales como la repetición de patrones rítmicos y melódicos como elemento para el desarrollo de la pieza.
El Sexteto para percusión y teclado pertenece a una época anterior de Reich (1984) y muestra una experimentación con los recursos tímbricos de los instrumentos, como el uso de un arco sobre los bordes de las placas del vibráfono. Intenta llevar cada instrumento a sus límites tímbricos, sonoros, utilizando todo el ámbito que tienen, creando momentos de tensión en las zonas agudas.
Neopercusión, siempre novedosos en sus actuaciones, sorprendió al público durante el cambio de posiciones de los instrumentos entre el cuarteto y el sexteto con la interpretación de Clapping Music, para dos percusionistas. A la vez que siguieron con el discurso del concierto, captaron el carácter espontáneo de la pieza, ya que no necesita más que dos pares de manos, pero que puede llegar a tener una complejidad rítmica fascinante.
La joya de la corona de esta velada minimalista iba a ser, sin duda, la segunda parte con Drumming, una de las obras clave de Reich. Escrita para un ensemble más amplio y diverso (4 pares de bongos, 3 marimbas, 3 liras y 2 cantantes), fue compuesta en 1971 tras un viaje a Ghana, y en ella hay claras influencias de música africana. Dividida en cuatro partes, por criterios tímbricos, el compositor no sólo lleva los instrumentos a sus límites, sino también al oído humano. Se trata de una pieza de 45 minutos y ni un segundo de silencio, en la que el oído se acostumbra a patrones rítmicos y melódicos que aparecen de forma tan repetitiva, pero también diferentes cada vez, según la importancia que se le de a cada nota. El efecto de las voces ayuda a comprender esta técnica, que inventó, o mas bien descubrió, Reich y que denominó phasing.