Diciembre es sinónimo de Navidad, espíritu festivo y demás emociones, y llega para cubrir de su esencia bienaventurada por todas partes. Especialmente, es en las programaciones de conciertos donde ese espíritu impregna las agendas desde los primeros días del mes. Es temporada de cantatas, conciertos y suites. Para los que gusten de los clásicos de temática devota y/o amantes de Bach o Handel, diciembre es un mes de felicidad y repleto de compromisos con los auditorios. El Palau de la Música no ha sido una excepción, y entre sus propuestas, el Oratorio de Navidad de Bach por la coral de Windsbach y la Orquesta Barroca de Sevilla, era una de las esperadas en este cierre de año.
El alemán Ludwig Böhme dirigió las tres cantatas programadas del oratorio (Cantatas I, III y VI), en el que hubo un poco de todo. Destacaron ya en los primeros compases, la calidad y el dominio de un coro colorido, entrenado para ejecutar partituras del compositor barroco, aunque algunas edades de los componentes suscitaban dudas entre lo infantil y lo juvenil. Dejando de lado lo anecdótico, la heterogeneidad vocal del grupo fue otro añadido, donde la plasticidad de las voces en conjunto soslayaban la uniformidad. Para su buena dirección contaban con un Böhme realmente atento al desarrollo del coro; pulsiones y dicciones iban dirigidos al conjunto coral y no tanto al orquestal, dedicando atención a los fraseos ágiles y en la exaltación del carácter espiritual. Una expansión coral, de afinación admirable, que fue la protagonista, más que parte del diálogo entre dos conjuntos, en un concierto que fue desarrollándose entre sonoridades y ejecuciones dispares.
En la orquesta hubo tino general en el desarrollo de las líneas expresivas temáticas, pero como puede ocurrir en conciertos de criterios historicistas, el uso de sus instrumentos suelen repercutir en la sonoridad final, haciendo, por ejemplo, que la dulzura de las maderas no destacasen tanto. En cuanto a la intervención de los solistas, el protagonismo absoluto fue para la mezzosoprano Marie Henriette Reinhold, quien se desenvolvió en un ejercicio con estilo y energía, y siguiéndolo de cerca, el trabajo del tenor Patrick Grahl, quien entonó con voz grácil los recitativos. La soprano Isabel Schicketanz tuvo una voz presente, sin más, pero mejor que la del bajo Thomas Laske, quien no mostró grandes aptitudes de proyección, quedándose su voz encapotada por los instrumentos. La primera parte, desarrollando la primera y tercera cantata del oratorio, transcurrió con normalidad y hasta con exigencia entre cantantes e instrumentistas, pero fue llegar la segunda y última parte en la que la consistencia conseguida anteriormente, se desmoronó y acabó siendo algo entre lo inusitado y lo imprevisto.
Después de una sucesión de arias, recitativos y coros, la voluntad unitaria que Böhme parecía estar controlando en cierta manera se fue desinflando poco a poco. Dos momentos concretos especialmente, relacionado el primero con los violines (un desacuerdo entre los tempi que determinaba Böhme y los ejecutados finalmente) y el segundo con la trompeta solista (un final de oratorio nada brillante, dado por un fallo en el instrumento o en el instrumentista), fueron los concluyentes para que la Orquesta Barroca de Sevilla no brillasen todo lo que tenían que brillar. Para colmo de males, todos los presentes presenciamos un apagón en el recinto a mitad de concierto, debido a las eternas obras de infraestructuras, típicas de la ciudad condal, y que esta vez tocaron cerca de la institución.
Un conjunto de obras de cuerpo rítmico pero con irregularidades en la realización hicieron de este Oratorio de Navidad una discreta entrada a la temporada navideña.