Complejidad compositiva y variada, cascadas de cromatismos, fugas, secciones homofónicas, polifónicas; timbres tenebrosos, alegres y piadosos. Coros portadores de los peores augurios y voces solistas que atraviesan la melodía arrojando luz. Quince movimientos en siete bloques donde el tema central no es otro que el mismo que ha acompañado cada una de las composiciones mozartianas. La muerte moldea con su presencia toda la partitura última del compositor, entre la gracia y el desconsuelo; mostrándose cruda y terminante en el inicio, gradualmente se desarrolla y se transforma en varios estadios espirituales de un ideal de redención, de purificación, de aceptación. Composición inacabada pero que culmina su camino espiritual y musical a través de un lenguaje estético-simbólico sin precedente. Qué se puede decir más de esta pieza que no se haya dicho aun.
El Requiem de Mozart es música e idea. Envuelta en un halo de misterio y solemnidad, la misa representa una comunión entre existencialismo humano y fe, donde el plano musical es preciso a la hora de plasmar las aflicciones de los humanos ante la asistencia de Dios y la esperanza de alcanzar una vida superior. Plagada de cromatismos y secciones polifónicas, con coros que proclaman y sentencian, y todo un conjunto orquestal basado en tiempos desenfrenados y espíritu tremolo. Un ejercicio de dirección completo para Salvador Mas, encargado de dirigir a la Orquesta Simfònica Camera Musicae y el Coro Francesc Valls en su interpretación. Empleo, me adelanto ya, gratificante y concentrado en resaltar los matices de los motivos cíclicos que articulaban el fundamento interno de la obra; dio importancia a los cambios tonales por encima de todo, subrayando la importancia emotiva de las distintas fases por las que el espíritu se encamina hacia el juicio divino.
Los primeros acordes del fagot y del corno di bassetto marcan el principio del viaje, en un Introitus en el que los bajos son predominantes. Primera muestra en cómo Mas recrearía la atmósfera de una misa heterogénea, con un mismo tema conductor. Un Kyrie muy encapotado le siguió, marcando con especial énfasis los cambios melódicos y los contrapuntos. La parte correspondiente a la fuga también tuvo un remarcado especial en las variaciones tonales. El coro femenino emebelleció la parte más luminosa, después de mostrar la parte más destructora de esta primera secuencia, acompañados de todo el conjunto de cuerdas. El potencial vocal del conjunto quedó patente en los primeros minutos.
El Dies irae estuvo marcado por un tempo más bien ágil de los ascensos y descensos de las voces y el trillado de cuerdas, acentuando su carácter furibundo en una sólida homofonía, dando importancia a los bajos amplificados.Tuba mirum marcó el cambio de dinámicas, siendo este movimiento el primero que aportó las primeras notas lumínicas, anunciadas por el solo de trombón que lo iniciaba. Fue en esta parte la primera aparición solista, dando comienzo el barítono Germán de la Riva, seguido del tenor Marc Sala, la soprano Irene Mas y la mezzosoprano Tànit Bono. Canto preciso y claro, destacaron por encima las solistas femeninas por ser más sutiles a las matizaciones de Mas, comparadas con sus compañeros de concierto. Rex tremendae y Recordare dejaron ver la exposición de nuevo de un coro en el que combinaban las diversas alturas en alusión a ese encuentro y preparación hacia la vida posterior. Junto con Dies irae, Confutatis es la declaración definitiva de lo que supone la parte interpretativa de la inquietud humana ante el planteamiento de la muerte, con los distinguidos deslizamientos cromáticos y los giros melódicos. La idea del furor se sugirió a través del eje de la melodía y su suspensión final, guiada por la lectura de Mas muy acertada en cuanto a acentuación emotiva. El Lacrimosa finalizó este bloque, último también de la escritura original de Mozart, haciendo de puente entre las dos fases de la misa y aludiendo al cambio de paradigma interno; entonando de nuevo el tema principal con una conciencia totalmente nueva. La sección de cuerda marcó el inicio del carácter redentor con unos pasajes hechos a base de espiraciones entrelazadas con ascensos en forte.
Hecha la recapitulación, el ejercicio se centró en la lectura primigenia de los escritos de Süssmayr. Destaco Domine Jesu por su extensión calmada y con tintes casi alegres; los solistas y el conjunto orquestal se dispusieron a reforzar los tramos más enfáticos correspondientes al espíritu esperanzador de la obra. La parte más homófona en graves por parte del coro de Hostias y su acompañamiento en contraposición de las cuerdas sincopadas fue resultante, en comparación de las últimas partes de la misa.
Los reconocimientos por parte del público no fueron escasos por el mérito. El Requiem finalizó con el acorde concluso que cierra este recorrido espiritual enmendando a cada cual con su fe y la certidumbre de pasar a una vida mejor.