Con la representación en versión concierto de la L’incoronazione di Poppea la Sociedad Filarmónica de Bilbao pone fin al proyecto, iniciado en 2007 con la interpretación de L’Orfeo, de interpretar las tres óperas que se conservan de Claudio Monteverdi. Coincidiendo esta última representación con el año en el que se conmemora el cuatrocientos cincuenta aniversario del nacimiento del compositor italiano. El concierto, aunque por momentos rozó la excelencia, deja el regusto agridulce de lo que pudo ser y no fue.
Con libreto de Giovanni Francesco Busenello el relato se puede interpretar de forma diferente en función de la capa de la historia que se analice. En la superficie se encuentran los personajes y sus relaciones que terminarán con la ambiciosa Poppea nombrada emperatriz. En el interior tiene lugar una lucha de sentimientos, donde el amor triunfa frente a la virtud, la razón o los celos.
El emperador Nerone, interpretado por el contratenor David DQ Lee, resultó exagerado y por momentos histriónico. Sus mejores interpretaciones las hizo en compañía de Poppea, cuando recurría a un estilo de canto más melodioso y delicado. La soprano Sabina Puértolas nos ofreció una notable Poppea. Con una voz expresiva y llena de matices acentuó el carácter sensual y manipulador del personaje desde la primera hasta la última nota.
El rol de Ottavia fue ejecutado de manera sobresaliente por la mezzo-soprano Maite Beaumont. Demostró poseer una voz capaz de transmitir el dramatismo y la indignación que el personaje requería. Su interpretación del pasaje “Addio Roma, addio Patria” durante el tercer acto se convirtió en uno de los momentos más destacados de la noche. A un mismo nivel se encontró la actuación del bajo Luigi De Donato como Seneca. Su voz sonó con volumen, color, rotunda, ágil y majestuosa, siempre ajustándose a lo exigido por el texto. Protagonizó otro de los momentos memorables de la noche con la despedida de su personaje “Amici è giunta l’ora”.
Los papeles de Drusilla y Ottone fueron interpretados respectivamente por la soprano Verónica Cangemi y el contratenor Filippo Mineccia. La primera presentó una Drusilla con una delicada y a la vez potente línea de canto, transmitiendo perfectamente el amor que su personaje profesa por Ottone. Este último no resultó tan inquieto o turbado como se podría esperar en un amante despechado. Su voz sonó más adecuada en momentos delicados, como el final del acto primero, que en otros donde el papel requería más carga dramática.
La soprano Emilie Rose Bry, y los tenores Francisco Fernández Rueda, Krystian Adam y Cyril Auvity se multiplicaron para defender los diferentes roles que cada uno de ellos tuvo asignados. Todos ellos lo hicieron de manera más que destacable, demostrando un amplio abanico de matices al ser capaces de alternar roles dramáticos y cómicos sin ningún tipo de fisura en su interpretación.
Los veintidós miembros del Ensemble Matheus supieron en todo momento mantener el rol que la orquesta tiene en la obra. Bajo la batuta del director Jean-Christophe Spinosi ejecutaron con el carácter justo los numerosos ritornellos y sinfonías presentes en la partitura. Mención especial merece el arduo y buen trabajo realizado por la sección dedicada a la ejecución del bajo continuo durante toda la ópera. El maestro mostró en todo momento una dirección dinámica y un gesto claro, sin perder nunca de vista el delicado balance entre solistas y orquesta. En general los tempi parecieron ajustados, aunque hubo algún fragmento, como por ejemplo el conocido “Pur ti miro, pur ti godo”, con el que se pone fin a la ópera, donde el tempo resultó más rápido de lo normal.
Una representación notable a la que le faltaron un par de ingredientes para convertirse en un concierto memorable.