El segundo concierto de la Czech Philharmonic y Semyon Bychkov, clausura del FIS, fue una velada genuinamente checa, pues el compositor del día previo, Gustav Mahler, aunque original de un enclave actualmente checo, cuya geografía le marcó, no pertenecía en absoluto a la cultura checa, sino a la germánica. No es algo anecdótico pues fue llamativo cómo con la música de Dvorák, Martinů y Janáček, los músicos de la Czech Phil mostraron una mayor afinidad que se tradujo en tres interpretaciones idiomáticas y desenvueltas, nacidas directamente de sus corazones. Si a esto añadimos un muy estimulante programa, nada convencional, el resultado fue una velada que hizo las delicias de un público que prácticamente llenaba el auditorio. Un éxito que marca la línea a seguir en estos complicados tiempos postpandemia: sólo primando la calidad se conseguirá recuperar y reclutar nuevos públicos para nuestras salas.

Las pianistas Katia y Marielle Labèque
© Festival Internacional de Santander

El Carnaval de Dvořák fue un excelente preludio que condensó todos los elementos formales del compositor que nos siguen cautivando y sorprendiendo: melodías inspiradas, invención rítmica y brillantísima orquestación. Bychkov exhibió un sagaz manejo de las dinámicas, integrando los temas en un discurso vibrante y efusivo. Destacaron dos auténticas gemas: el poco tranquillo y el Andante con moto que nos retrotrajeron al delicioso Andante amoroso mahleriano del domingo.

El Concierto para 2 pianos de Martinů nos adentró en un mundo bien distinto. Obra fundamental en su catálogo de más de cien volúmenes, fruto de la huida del compositor de la Francia ocupada, vía España. Las hermanas Labèque y Bychkov son sus grandes paladines, lo cual se apreció en la lucidez y seguridad con la que abordaron tan endiablada partitura. El tour de force pianístico del Allegro obliga a las solistas a embarcarse en una frenética toccata en la que mostraron la máxima compenetración entre ellas, pero también con las ásperas texturas orquestales. La exhibición pianística culminó en unas poderosísimas escalas conclusivas. El misterioso Adagio ahondó en el registro más lírico y sensual, hasta la llegada del esperado cataclismo, bien construido por Bychkov. El Rondo final, rítmico y vitalista, es el movimiento que mejor trasluce las raíces checas del compositor, siendo nuevamente decisiva la aportación orquestal. Las Labèque impusieron su sello propio a la surrealista cadencia, pero no menos impactante fue su contrastante propina, la pieza final de Mi madre la oca.

El Orfeón Donostiarra, la Czech Philharmonic y Semyon Bychkov
© Festival Internacional de Santander

La segunda parte constituyó una oportunidad única para disfrutar de una de las obras corales más significadas del siglo XX, la Misa glagolítica; apenas interpretada en España, en parte por la carencia de salas con un órgano que haga justicia a sus colosales intervenciones. Éste, fue el único reparo. Disfrutamos de una refinadísima orquesta, que exhibió el poderío de sus metales –igualmente sutiles, tal como mostraron los solos del Credo–, la personalidad de sus maderas y el empaste de las cuerdas; todos llevan esta música en su ADN. El cuarteto vocal fue estimable, especialmente en sus roles principales, aunque el tenor sufrió con las agudas tesituras.

Por encima de todos ellos, mención de honor para el Orfeón Donostiarra que lidió a la perfección con el idioma checo, sonando como un único instrumento en toda la gama de registros que la partitura demanda. Hubo pianissimi marca de la casa en el Agnus dei, pero también poderío, siempre musical, en el Credo. Bychkov moldeó a la perfección todos los accelerando, ostinatos y énfasis que le confieren a esta música un carácter espiritual atávico; un emotivo reflejo de la cultura y del paisaje bohemio. Habiendo llegado a Santander tras atravesar sus estribaciones montañosas, sus valles y sus pueblos, no pude dejar de encontrar una íntima conexión espiritual entre nuestro periplo cántabro y esta música nacida directamente desde, por y para el pueblo.

El alojamiento en Santander de Pablo Sánchez ha sido facilitado por el Festival Internacional de Santander.

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