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Jorge de León, en el rol titular, dominó la escena en el segundo reparto de la producción de Otello que abre la temporada del Real.

El Teatro Real abre la temporada con la producción de David Alden de Otello en la que brillaron la dirección de Nicola Luisotti y la actuación de Asmik Grigorian, pero con un resultado general algo tibio.

El pianista de jazz Moisés P. Sánchez, dentro del ciclo Sinetiq, presenta su visión de Beethoven en un audaz concierto basado en la improvisación.

Lily Maisky, piano, y Mischa Maisky, chelo, ofrecieron un recital de sorprendente sintonía artística que cerró el ciclo de cámara del Círculo de Bellas Artes a un nivel altísimo.

Cantantes estrella y una escenografía icónica, imprescindible para cualquier aficionado, para el final de temporada del Teatro Real

La Orquesta y Coro Nacionales de España cierran la temporada con la compleja obra de Schumann dirigida con trazo vigoroso y concertante por David Afkham.

La visita de Nelson Goerner cierra brillantemente el Ciclo Grandes Intérpretes en el Auditorio Nacional.

Arcadi Volodos ofreció un recital inconmensurable desde la sencillez y familiaridad que dan la madurez de un pianista técnicamente brillante y de una gran sensibilidad.

Jordi Francés encandila al Auditorio Nacional junto a la Orquesta Nacional de España con un repertorio a medio camino entre la modernidad y la tradición.

La Orquesta Sinfónica de la Radio Sueca ofreció un excelente concierto bajo la dirección de Daniel Harding.

Una interesantísima propuesta de Leonardo García-Alarcón junto con la coreógrafa francesa Bintou Dembélé lleva la apolínea música de Rameau al escenario del Teatro Real.

La London Symphony Orchestra con Gustavo Dudamel en la dirección ofreció un equilibrado y magnífico concierto dominado por la narrativa intrínseca de la obra de Mahler.

Beatrice Rana resolvió las dificultades técnicas del complejo concierto con la soltura habitual acompañada de una orquesta y dirección que no estuvieron a la altura del programa.

El Teatro Real presenta una producción excepcional tanto en lo musical como en lo escénico, en la que se alcanza un logrado punto de equilibrio entre la novedad y la tradición, entre la búsqueda conceptual y la sugestión sensorial.

Asistimos a un compromiso bien comprendido entre la rigidez de la estructura establecida y la libertad del carácter improvisado en la concepción del grupo Nevermind.

La visita de Juanjo Mena a la Orquesta Nacional de España, donde es bien conocido y querido, fue notable en su conjunto, corroborando el excelente nivel de la formación.

Los griegos decían que la verdad era a-letheia, desocultamiento, y así la Staatskapelle Dresden y Daniele Gatti hicieron brillar la poética y la audacia de Schumann, acomunados por su musicalidad.

Vox Luminis y la Orquesta Barroca de Friburgo recrearon la *Pasión según san Juan* de Bach en una emocionante velada llena de grandes momentos.

La propuesta escénica de Juan Echanove para El bateo y La revoltosa desluce la carrera del actor madrileño como director de escena.

Javier Perianes interpretó un notable Egipcio de Saint-Saëns acompañado por la Philharmonia Orchestra y con Rouvali en una dirección algo dispar.

Currentzis ofreció una Segunda de Mahler de carácter espectacular, técnicamente notable, pero emocionalmente distante.

Alexandra Dovgan ofreció un recital en sustitución a Rudolph Buchbinder y presenciamos una combinación de un programa complejo y maduro a cargo de una pianista brillante y de personalidad arrolladora.

Una nueva producción del Teatro Real pone en valor la ópera de un Mozart adolescente gracias a una inteligente escena y una cuidada dirección musical.

Thomas Hengelbrock al frente del conjunto y coro Balthasar-Neumann concibió una Missa solemnis de Beethoven técnicamente impecable e igualmente conmovedora.

El director invitado Cornelius Meister y la joven solista Alexandra Dovgan transitaron brillantemente un camino de constelaciones junto a la Orquesta Nacional de España y la soprano Vera-Lotte Boecker.

La Filarmonica della Scala cerró su gira en Madrid de la mano de Ibermúsica y, bajo la batuta de Lorenzo Viotti, descargaron teatralidad y exuberancia a partes iguales.

Andris Nelsons y la Gewandhausorchester ofrecieron un concierto para el recuerdo en una velada de perfección técnica y ricas sonoridades.

Estreno absoluto de la ópera de Jesús Torres, Tejas verdes, en una producción ideada en conjunto con La vida breve de Manuel de Falla por Rafael R. Villalobos.

Ibermúsica presentó a la Orquesta Filarmónica de Múnich dirigida por Lahav Shani con una primera parte de concierto dominada por el lirismo de Mendelssohn y la elegancia de Esther Yoo y una segunda por la explosividad de Chaikovski.

La divertida producción de Emilio Sagi vuelve al Teatro de la Zarzuela con un reparto que trata de equilibrar la parte cómica y la musical.

Klaus Mäkelä y la Royal Concertgebouw Orchestra de Ámsterdam deslumbran al Auditorio Nacional de Música con un repertorio heroico.

La Orquesta Sinfónica Simón Bolívar de Venezuela ofreció una versión de la Tercera sinfonía de Mahler, con Gustavo Dudamel a la batuta, algo desigual, pero en la que no faltó virtuosismo y energía.

La propuesta semiescenificada de Idomeneo, a cargo de René Jacobs y Benoît de Leersnyder, aún con elementos positivos, quedó en una lectura más elegante que dramática.

El excelente conjunto Bach Collegium Japan, por primera vez de la mano de Ibermúsica, presentó un programa dedicado a Mozart y contó con la dirección de Masato Suzuki. 

Sir András Schiff ofreció junto a la Cappella Andrea Barca un magnífico concierto en el que destacó especialmente una inolvidable interpretación de Mozart.

Con la directora invitada Simone Young, la Orquesta y Coro Nacionales vibraron en un programa bipartito, del que se destiló un intenso sentido dramático.

Stephen Hough ofreció un recital dentro del Ciclo Grandes Intérpretes con un contrastante programa y escogidas propinas en el que destacó un cuidado sonido. 

Maria Stuarda, bajo la dirección de McVicar y Pérez-Sierra, resultó ser una representación redonda, con gran sentido del espectáculo y un equilibrio que situa al canto en el centro de la misma.

La elegante batuta de Emmanuelle Haïm dio vida a un elegante programa en torno a la danza barroca.

La Orquesta ADDA Simfònica se presentó en Madrid junto al Orfeón Donostiarra en un contrastante programa que resolvieron de manera brillante con Josep Vicent en la dirección.

David Afkham construyó una interpretación de la Quinta sinfonía de Bruckner teleológica que culminó con gran maestría, dejando al oyente en el umbral de lo absoluto.

La divertidísima y preciosa La del manojo de rosas de Emilio Sagi retorna al Teatro de la Zarzuela.

Mario Brunello transitó por la música de Bach con la humildad y la intensidad de la primera vez en un brillante concierto con el violochelo piccolo como protagonista.

La comprensión errónea del oratorio Theodora enturbia una, por lo demás, excelente producción de Katie Mitchell.

Gustavo Gimeno dirigió un concierto extremo en los afectos y sobresaliente en lo musical con Denis Kozhukhin como protagonista de la primera parte del programa.

Jörg Widmann en su triple faceta de solista, director y compositor ofreció junto a la Orquesta Nacional de España una brillante velada con obras que, de un modo u otro, gravitaban en torno a la danza.

Un programa construido inteligentemente y ejecutado con criterio y amplitud de miras por una batuta sumamente interesante como es la de Mallwitz y una Orquesta Nacional que ha demostrado un excelente arranque de temporada.

El pianista serbio ofreció un recital variable que alcanzó sus mejores momentos con las obras de Schumann y Schubert.

El director colombiano Andrés Orozco-Estrada debuta al frente de la Orquesta y Coro Nacionales de España con dos grandes obras a las que supo dotar de personalidad y destacar su esencia.