En los recitales operísticos –o más ampliamente, de cantante lírico– se mezclan la admiración fanática por el o la protagonista con la intención de ponerlo a prueba y ver si es capaz de superar algún triple salto mortal, que inevitablemente no puede faltar. Si quisiéramos ser menos sospechosos, podríamos decir que se trata de una buena ocasión para comprobar los registros de la estrella, o simplemente, como dijo el propio Camarena en su saludo al público, un cruce de caminos, esto es, un conjunto de piezas de diversa extracción. En todo caso, no se puede negar que se trata de dar una buena muestra de las cualidades y del repertorio a la que Javier Camarena, en su recital en El Escorial, no se sustrajo. El tenor mexicano construyó un programa con ópera del ámbito belcantístico, incursiones más líricas, canciones italianas y latinoamericanas y zarzuela.

Javier Camarena y Rubén López Aguirre © Pablo Lorente | Festival Internacional de Verano de El Escorial
Javier Camarena y Rubén López Aguirre
© Pablo Lorente | Festival Internacional de Verano de El Escorial

El comienzo con "La mia letizia infondere" de I Lombardi alla prima crociata de Verdi reveló algunas de las habituales cualidades de Camarena: un timbre bien ligado y elegante. Aún así, la voz se mostró todavía algo fría y el fraseo trabado por momentos, lo cual el tenor compensó con carácter y resolución. Seguía "Una furtiva lagrima", de la primera ópera que Camarena estudió según comentó, y si por un lado el registro medio estuvo bien ligado y muy expresivo, el tercio alto no gozó de la afamada brillantez del tenor. Las notas altas no se alcanzaron con la habitual plenitud, sonaron más bien forzadas y preparadas. Puede que la voz no acompañara especialmente al artista mexicano en esta velada, y este desplegó otros recursos, pero no alcanzó la excelencia de otras ocasiones en esta aria. Se continuó con la Obertura de L'arlesiana de Cilea a cargo de Rubén Fernández Aguirre. El pianista vasco es sin duda un sólido acompañante, que dio soporte a Camarena en todo momento, incluso con su histrionismo, tanto en la gestualidad como en el estilo musical, que se caracterizó por riqueza de contrastes dinámicos y efectismo, aunque en los momentos solistas como esta Obertura o el sucesivo arreglo de temas de zarzuela, faltó algo de claridad y atención al detalle. Para completar la primera parte, Camarena pasó al repertorio en francés con "La maîtrese du roi" de La favorite de Donizetti pero sobretodo "Je suis seul! … Ah! Fuyez, douce image" de la Manon de Massenet. Esta última, a pesar de no pertenecer a su habitual repertorio, fue de lo mejor de la velada. La voz sonó con más cuerpo, cargada de dramatismo, la dicción bien correcta. Puede que sean indicios de una voz que empieza a cambiar, como suele ser natural con la edad, hacia un registro más robusto, perdiendo brillo en el registro más elevado, y seguramente brindando una agradable sorpresa. 

Loading image...
Javier Camarena
© Pablo Lorente | Festival Internacional de Verano de El Escorial

Tras la pausa, comenzó el bloque más ligero, con una parte italiana y una española. Del primer tríptico, la Danza de Rossini tuvo algún desajuste en la entrada y en el fraseo, debido a la gran velocidad de la pieza, pero compensó con expresividad y énfasis en el texto. Por otro lado, Mattinata de Leoncavallo fue, a mi juicio, lo más logrado del recital: fue donde Camarena exhibió su voz más plena, acompañándola de buen gusto, exquisita dicción, y grande equilibrio en la construcción de la pieza. También La ultima canzone de Tosti fue notable aunque con menor intensidad que la precedente. La rosa y el sauce de Guastavino y las dos canciones de Blas Galindo fueron una muestra de la delicadeza y el buen gusto del tenor mexicano, si bien requieren de medios técnicos más discretos, pero ciertamente podrían abrir el camino para ampliar un repertorio liederístico en español. Concluía el programa dos jotas de zarzuela, respectivamente de El guitarrico y de El trust de los tenorios, donde pudimos apreciar la faceta más desenfadada y desenvuelta de Camarena y su capacidad para empatizar con el público. 

En suma, no se puede negar que Javier Camarena sea uno de los grandes tenores ligeros de nuestro tiempo: tiene sobradas cualidades para ello, así como posee los recursos y el oficio para afrontar cada pieza. En el recital de ayer, se manejó con destreza, oficio y soltura, y en general no hubo obra que no se ejecutara de manera digna y tampoco faltaron momentos brillantes. Pero como decíamos al principio, un recital de este tipo es un escaparate donde todo sale a la luz y, por ende, tampoco podemos omitir algunas sombras que se dieron, sin restar, por otro lado, los méritos y capacidades de un cantante del que aún disfrutaremos durante mucho tiempo. 

***11